domingo, 17 de enero de 2021

Thunderstruck

 

En mi defensa confieso que soy fan de ACDC desde los catorce años, los he visto en directo dieciocho veces ¡son los más grandes!. Es escuchar los primeros acordes de cualquiera de sus canciones y es que, no puedo evitar tocar la guitarra invisible que me ha acompañado desde mi adolescencia. Acto seguido alzo mi pierna izquierda mientras me desplazo con la derecha, dando pequeños saltos, impulsado por el sonido electrizante de la guitarra de Angus, las voces de miles de personas que les aclaman; las luces del escenario que escupen llamaradas, atrona la batería y la voz aguda de Brian…

Me despertaron los gritos de mi mujer que entró en el baño muy alterada. No sé cómo se me ocurrió, pero pregunté por mi guitarra. Ella me miró atónita. Estuvimos así unos segundos, los dos muy quietos y callados. Su primera reacción fue apagar la radio.


Fotografía de Kerry Skarbakka 



Autora: Ana Pascual.

125.000 muertos y 76.000 desaparecidos

El 15 de Mayo de 1990 se firmó el tratado de paz, después de 15 años de sucesivas guerras y, siete días después nos cayeron del cielo sin previo aviso. Supimos que los habían tirado desde unos aviones. Un anciano que estaba mirando las nubes vio como las aeronaves se abrían en canal y los dejaban caer como desperdicios: 201.000 corazones.

Aquello nos recordó a la primavera del 77, cuando llovieron peces. Sonaban del mismo modo al golpear el asfalto, las mismas convulsiones, igual de escurridizos al tratar de cogerlos con las manos... Entonces no supimos qué hacer con tanto pescado, desconfiamos de poder comerlo ¿de dónde vendrían aquellos animales?… Tampoco fuimos capaces de recoger aquellos órganos, miles de corazones huérfanos, pero eso fue distinto. Supongo que nos dio miedo saber o tan siquiera imaginar dónde estarían y quienes fueron sus cuerpos, no sé, quizás alguno de nosotros podría identificarse entre los muertos.

Ann Lewis . “To Teheran with love”

Autora: Ana Pascual

Un nuevo orden

Sobre la mesa camilla de la prima Maite estaban la yogurtera y otra cosa que picaba hielo. Al lado derecho, el sofá cama del tío Julián y sentados en él, tres peluches del tamaño de un osezno (uno de ellos era Ringo, mi elefante). Frente al sofá, en hilera, ocho pares de botas katiuskas (con tallas ya imposibles para nuestros pies). Les seguían, en orden de menor a mayor tamaño, las bicis de cuando fuimos pequeños. Nos lo encontramos todo perfectamente ordenado en la puerta de su casa, bueno, todo menos el hinchable que llevamos el verano pasado. El abuelo nos observaba impasible desde la balsa, repantigado en el unicornio, como un rey en su trono. El verano pasado nos dejó en la calle, cargados con nuestros equipajes y una alfombra de mi madre que pesaba como un muerto.




Autora: Ana Pascual

Homo Sapiens

Me llama la atención una fotografía publicada en la sección de curiosidades de la Nature.org. En la imagen se ve a una cría de ser humano emergiendo desde las profundidades del iceberg que queda en la Antártida. De vez en cuando, el calentamiento de los océanos deja escapar pequeñas muestras de algunos antepasados. Este pequeño, en concreto, es un homo sapiens; la última especie con respiración pulmonar que habitó la tierra.

Fotografía de Phoebe Rudomino https://phoeberudomino.com/home.html)


Autora: Ana Pascual

domingo, 22 de marzo de 2020

Cambios en el comportamiento de especies autóctonas


Desde el punto de observación Norte:

En el parque los patos se han aventurado a abandonar el estanque y caminan confiados por el césped. Se puede ver a familias enteras, en fila india, dando largos y apacibles paseos.

Desde el punto de observación Este:

Sobre las once y media de la mañana un grupo de gaviotas sobrevuela el instituto. Parece ser que no encuentran lo que andan buscando y emiten violentos graznidos. Vuelan en círculos como los buitres, dan unas cinco vueltas con vuelos rasantes y después se van.

Las tórtolas, gorriones y mirlos, que anidan en las ramas de los pinos, no dejan de piar y aletear. Se escucha perfectamente el lenguaje de esos pájaros, desde que amanece hasta que se oculta el sol, ahora se les percibe perfectamente, sin necesidad de esforzar ningún sentido.

La pareja de ardillas que vive en el último pino (el más alejado del edificio) además de seguir jugando a perseguirse por el tronco del árbol, en los últimos días se las ha visto corretear a sus anchas por la zona de la piscina.

Una familia de humanos escucha y observa. Se les puede ver asomados en las ventanas de su séptimo piso. Cuando se pone el sol salen a la terraza y juntan sus palmas, emitiendo en cada choque una especie de chasquido. Este comportamiento ha sido aprendido por imitación y se propaga con facilidad hacia el resto de individuos de la misma especie. Después de este ritual regresan al interior de sus casas.

Del mar hace días que no sabemos nada. Nos preguntamos si todo estará igual, los peces, sus corales, incluso las medusas, su zona abisal … Esperamos que siga acudiendo a la orilla.

viernes, 5 de abril de 2019

El hombre elefante


Fue en los ensayos, incluso antes de subirse a la cuerda que habían tensado entre los postes más alejados de la carpa. El jefe de pista lo vio pasar y fue certero, como un lanzador de cuchillos. Siempre hubo polémicas con el resto de compañeros, pero en el caso de Yurik Ivanov, bastó con echarle un vistazo a su anatomía para darle un nombre artístico.

Fotografía de Evgeny Mokhorev.


Autora: Ana Pascual.

Por qué los perros no pueden comer dulce.


El día que desaparecimos, la tía Adela cumplía 98 años. Pese a su delicada salud, sopló con fuerza las dos velas que representaban su aniversario. Animada por nuestros padres, respiró hondo y creemos que pensó con vehemencia el que pudo ser uno de sus últimos deseos.
Nunca llevó bien nuestros juegos en la hora de la siesta, tampoco daba abrazos y besos, como suelen hacer otras personas ancianas. Todos sentíamos que los niños no eran bien recibidos en su casa, donde reinaba el orden entre diminutas figuras de porcelana. Por eso, cuando la tía Adela nos miró fijamente, al tiempo que apagaba las velas, me temí lo peor.
Mis primos y yo salimos del comedor con un plato repleto de tarta de crema tostada y como en años anteriores nos apresuramos a vaciarlos en el cuenco donde comía su perro. Al que si abrazaba y besaba en el morro. Después nos sentimos ligeros, felices, con una sensación nueva, como de estar en otra dimensión.
Escuchamos nuestros nombres varias veces. Supongo que nos buscarían por todas las habitaciones, mirando debajo de las camas, dentro de los armarios… Fue ella quien nos encontró. Estábamos dentro de su baúl, donde guardaba sus secretos y la piel de zorro que tanto miedo nos daba. Lo abrió y nos miró. Ahí estábamos los cinco, desintegrados. Pululando nerviosos, deseando mostrar a nuestros padres que la tía Adela nos había convertido en polvo de hadas, pero ella sonrío y cerró la tapa.


Fotografía de Sofía 




Autora: Ana Pascual.