domingo, 4 de febrero de 2018

Carlos III, solera reserva.


Llevo tres mudanzas y en cada una de ellas he perdido algo. Objetos que en principio no echo en falta, hasta que la costumbre me lleva a ellos. Esta vez olvidé una botella y no una cualquiera, porque ésta contenía a mi padre.
Cada vez que la abría, viajaba a su lado. El aroma del brandy me llevaba hasta él, en el momento en que  balanceaba la copa en su mano, y un olor a madera y a fruta invadía el salón. Le recordaba preciso sirviendo el licor; me divertía ver cómo tumbaba la copa y dejaba el líquido suspendido en el borde…
Arropado en la calidez de su cuerpo y acariciado por su dulce aliento, me dejaba vencer por el sueño y la ensoñación.


Autora: Ana Pascual Pérez

3 comentarios:

  1. Desde luego, hay objetos que nos recuerdas a personas queridas y ausentes. Una vez alguien me dijo, y con razón, que no hay que sentir apego por las "cosas", sino por las personas, pero es difícil separar lo uno de los otro cuando esa cosa y esa persona conforman un grato recuerdo.
    Bonito relato.
    Un abrazo.

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  2. Encantadora añoranza. Hay objetos que tienen el poder de aflorar recuerdos de la niñez.
    Saludo!

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  3. Si, la verdad que hay veces en que un simple objeto te lleva hasta la persona. Gracias a los dos por leerme.

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