Sobre la mesa camilla de la prima Maite estaban la yogurtera y otra cosa que picaba hielo. Al lado derecho, el sofá cama del tío Julián y sentados en él, tres peluches del tamaño de un osezno (uno de ellos era Ringo, mi elefante). Frente al sofá, en hilera, ocho pares de botas katiuskas (con tallas ya imposibles para nuestros pies). Les seguían, en orden de menor a mayor tamaño, las bicis de cuando fuimos pequeños. Nos lo encontramos todo perfectamente ordenado en la puerta de su casa, bueno, todo menos el hinchable que llevamos el verano pasado. El abuelo nos observaba impasible desde la balsa, repantigado en el unicornio, como un rey en su trono. El verano pasado nos dejó en la calle, cargados con nuestros equipajes y una alfombra de mi madre que pesaba como un muerto.
Autora: Ana Pascual
No hay comentarios:
Publicar un comentario