miércoles, 29 de mayo de 2013

EL MAR, A RATITOS... LE CONQUISTÓ.

Descubrió el mar siendo muy pequeño; lo contempló agarrado a las piernas de su madre, intimidado por aquella inmensidad azul, aquel espacio tan vasto y libre que le hizo sentirse diminuto. No comprendió las caricias que le hicieron las olas y, huyó de ellas como lo hacía de las arañas, con esa sensación de miedo y aprensión que, le hizo correr sin sentido.



Tardaría dos años en sentir que, era posible encontrar un gran tesoro, en la menudencia de unas conchas vacías. También descubriría que, tras cavar muy hondo en la arena, siempre encontraría un charquito de mar, manando tímido en ella.


En su adolescencia, el mar prestó la orilla a sus caricias pueriles e inseguras y, así pudo gozar del sabor salado en los besos, y deleitarse con el suave roce de la arena en la piel desnuda… Fue entonces cuando escribió las primeras palabras dedicadas al mar, tal vez por gratitud, o quizás... por la necesidad de expresar cómo sentía.


Ahora, siendo adulto, lo sueña y, al despertar... camina en su búsqueda.


martes, 28 de mayo de 2013

PERSECUCIÓN NOMINAL

Estando en el aeropuerto, apenas le di importancia al hecho de leer tu nombre en una pared del aparcamiento. Tampoco me inquieté, cuando en pleno vuelo transoceánico, ojeando una revista... vi un anuncio de un perfume francés que por casualidad, se llamaba como tú.
Había emprendido una huida cobarde y viajé a otra ciudad, a otro país. Hasta allí fui para alejarme de tu cercana presencia en todo lo cotidiano. En aquel lugar desconocido pretendí encontrarme con el olvido y dejar el corazón y la mente en blanco; ahora sé que estuve muy cerca de conseguirlo. Paseando por calles nuevas, llenas de gente distinta a ti, conseguí no recordar; que no dejar de sentir, pero si distanciarme de tu ausencia.
Todo parecía ir bien, hasta hace dos días... Buscando un cartel de alquiler en los balcones y ventanales de las casas, me encontré con una ventana que llamó mi atención. Estaba repleta de plantas, geranios rojos, cactus, pensamientos amarillos y violetas, margaritas... todos vivían juntos y entrelazados por sus hojas, como acariciándose. Me acerqué para apreciar mejor los detalles de la composición floral, y mi mirada se detuvo en una maceta que habitaba un cactus enorme. Cuál fue mi sorpresa, cuando pude leer en el borde del tiesto tu nombre. Otra vez, de nuevo, tan inoportuno y persistente, tu... nombre.
De repente la nostalgia revolucionó mi pulso, el orgullo punzante despertó a la ira, y de ahí a la desesperación en pocos segundos.
Estuve cerca... pero sé que va a ser difícil, porque ahora incluso los objetos ajenos confabulan y se alían para que no te olvide.

BICICLETA, CHIMENEA, CALCETÍN Y JARRA... Cuatro palabras para cien


Se conocieron haciendo el camino de Santiago en bicicleta y al finalizar el viaje, creyendo tener gran parte del camino andado… decidieron vivir juntos. No podía salir mal, después de haber vivido tan compenetrados durante meses, compartiendo saco y esterilla; llegando a conocer ambos pequeños detalles cotidianos que les hacían más cómplices…

A ella le hizo gracia ver, que él siempre agujereaba con el dedo pulgar el calcetín izquierdo; y él sonreía cuando todo el grupo bailaba en un bar, mientras ella fumaba como una chimenea, escondiendo su timidez detrás de los cigarrillos y una jarra de cerveza… Salió bien.


INTERVALOS DE CERCANÍA

Las miradas entre Luis y Adela cuelgan entre los dos como hebras invisibles... Unidos por hilos quebradizos, se observan en la distancia que les procura el recuerdo. Luis hilvana pensamientos mirando las manos venosas de Adela. Observa con qué delicadeza las ahueca para acoger el tazón de leche. Después su mirada trepa por la bata rosa, descolorida y con bolitas, hasta llegar a la luz que se cuela por la ventana de la cocina..., a espaldas de ella.
Adela hila su mirada a la forma en que él unta la mantequilla; cómo gira la cucharilla dentro de la taza... y sonríe cuando ve que al beber se le empañan las gafas. En ese momento están tan cerca... pero ninguno de los dos atisba a la compañía que tiene enfrente; a la persona con la que compartieron no hace mucho la dulzura del azúcar, el amargor del café solo; la alegría contenida en el zumo de frutas y la quemazón del pan tostado... Toda una vida servida en el desayuno, que ahora nunca terminan.

Sus ojos trazan trayectorias divergentes, apuntando hacia la lejanía. Perdiéndose en el espacio- tiempo hasta topar con algún recuerdo, que les hace regresar hacia el interior de cada uno de ellos.
Son distancias difíciles de acortar, cuando lo que ha mermado es la complicidad y el afecto. En apariencia cortas, albergan soledades kilométricas, espaciadas por un acompasado tic tac que rellena los minutos silentes de miradas perdidas.

Finalmente, las hebras invisibles que les unían caen al suelo y se arremolinan junto al polvo. Mientras Luis recoge las sobras del desayuno, Adela barre la cocina.

SOBRE LA TRISTEZA...

Quiero materializar la tristeza con el fin de congelarla, dejarla atada a un árbol, o cortarla en milímetros y... transformarla en confeti. Debo saber de ella todo cuanto pueda; ayudadme a reconocer su tacto gélido y áspero, en ocasiones templado por la mano amiga. Contadme si es tierna o recia, para escoger con acierto mi defensa. Necesito saber qué forma y color tiene, para poder desdibujarla de mi lado. Decidme cómo huele y a qué sabe; qué gusto dejó en vuestra boca, así cuando yo la bese podré desligarme de su abrazo.

Dónde se esconde, en qué objetos cotidianos puedo encontrarla... Tal vez en el desorden y el descuido de las pequeñas cosas que ya no valoramos, o en las ganas de llorar a destiempo. Quizás en el asfalto, que nos devuelve la mirada de nuestra propia sombra; o en vasos medio vacíos que se apilan formando castillos de cristal... siempre tentando al derrumbe, al quiebro por la cintura.

Cómo os mira a vosotros la tristeza... Imagino que de soslayo, tímidamente para no mostrarse tal y como se siente; siempre esquiva con los reflejos que la exhiben sin vestiduras. Y también sonríe, sin elevar la boca ni levantar el ánimo; tan sólo es una comisura que se estira hacia un lado. Se trata de una risa plana y desganada, que nunca convence a quien la recibe... y mucho menos a quien la concede.

IMPOSICIÓN- OPOSICIÓN.

Ezio Bosso – Exit, Run 44
Hace muchos años mi ciudad fue asolada por una brutal tormenta; desde el cielo, se precipitaron sobre nuestras cabezas, la lluvia, el granizo y el plomo... Después del derribo no hubo paz, ni calma; llegaron miles de uniformes con prohibiciones severas, a nuestras ya mermadas subsistencias. Por mandato expreso del líder nos vimos obligados a guardar silencio; la educación dio paso al adoctrinamiento. Fue entonces cuando muchas palabras dejaron de pronunciarse y creímos que serían irrecuperables... Algunas fueron dichas por última vez frente a un pelotón, enmudecidas por ráfagas de metralla; y otras se guardaron junto al miedo, quedando olvidadas entre los laberintos del subconsciente.

Corría de boca en boca una historia... alguien me contó, que en no sé dónde, un hombre guardaba muchas de esas voces prohibidas. Se decía que las conservaba en cajas de cartón, etiquetadas y ordenadas por orden alfabético. Pero nadie aseguraba la existencia de aquel hombre, y pensando que sólo eran fantasías, preferí no ilusionarse demasiado con aquella utopía, así que continué sobreviviendo integrada en el rebaño de ovejas mudas. Nuestras vidas se resumían en esto: comer lo que se podía y dormitar el resto del día... Cada cierto tiempo los más suertudos éramos esquilados, otros con más infortunio sacrificados.

El azar, la suerte, ¿el destino?... Le conocí sin saber que era él, a quien llevaba buscando entre sueños durante años; vendía las palabras olvidadas al peso, en un puesto de patatas del mercado. ¡Con el hambre que tenía...!, y sin embargo después de hablar con él, preferí comprarle aquella caja vieja, que contenía 250 gramos de palabras vetadas. Escondida en un soportal, las engullí una a una, por temor a romperlas con los dientes y que pudieran perder su significado. Con alguna me atraganté un poco, consciente de los problemas que me iba a ocasionar cuando la pronunciara en voz alta.
No sé si fue por no masticarlas..., el caso es que de vuelta al redil sentí que burbujeaban en mi estómago, hasta que salieron en tropel por mi boca formando frases que hacía mucho que no se escuchaban. Ante las miradas atónitas del resto del rebaño, me sonrojé e intenté tragármelas de nuevo, pero fue imposible... Muchas palabras flotaron durante unos minutos en el aire, hasta difuminarse con las formas de las nubes. Otras cayeron al suelo, y tras ser pisoteadas y despiezadas en sílabas, murieron ahogadas en el estiércol.

Vencida, la tierra húmeda y blanda acogió la acometida de mi cuerpo. Los demás guardaron silencio, para que yo pudiera escuchar el avance de la jefería, cada vez más cercana y cruenta; podía oír el paso firme como el trote de unos caballos... Levanté la mirada del suelo, pues era lo único digno que podía hacer, y vi unas manos que se hundieron en el fango para recoger unas cuantas sílabas. Una anciana las giraba entre sus dedos temblones y las miraba con detenimiento, como si fueran piezas de un puzle, buscando la forma de encajar unas con otras. Se acercó a mí muy despacio, tratando de guardar el equilibrio para no derramar lo que llevaba...; eran varias palabras atolondradas entre las líneas de sus manos: vencer, nuestras, pueden, al, voces, sometimiento.

Demasiado tarde, pensé, pues sentí el bufido de una de las bestias, que ya estaba a mi lado, babeando excitada por tan preciada presa, y creí que todo había terminado. Ni tuve tiempo de incorporarme, mi cuerpo fue arrastrado por campo abierto, de camino al descampado... Pensando que lo último hermoso que iba a ver sería el cielo nocturno, abrí los ojos para contemplar su hermosa oscuridad, y todo el negro que contenía se precipitó sobre mi. Quise imaginar que en las gotas de lluvia, las nubes devolvían las palabras que había dicho antes. Y por un momento creí que estaba soñando despierta, porque pude oírlas tímidamente en pocas voces que nos seguían de cerca..., y poco a poco fueron surgiendo los ecos.

Aunque mi cuerpo temblaba, yo ya había dejado de tener miedo. Preferí ponerme en pie para ver como las voces se multiplicaban hasta convertirse en un clamor, que amordazó el grito de las bestias... Esa fue la primera vez que nuestras palabras silenciaron el ruido de los metales; lentamente empezábamos a recuperar la voz.

VIAJE EN UN VAIVÉN, a través de "BEFORE SIX" de Ezio Bosso.


Viaje en un vaivén, a través de “Before 6” Ezio Bosso
 

Necesitamos viajar..., tal vez por eso vamos tantas veces al cuerpo del otro, en busca de nuevos paisajes y de estaciones cálidas... Eso es lo que piensa mientras intenta abrir los párpados, y trata de adivinar el paso del tiempo por la luz que se cuela entre sus pestañas. Sabe que ambos se observan mirando al techo y escuchan el silencio que produce la quietud del otro... Esperan.

Uno de los dos decide emprender el viaje en solitario, y tras su marcha el cuerpo de Eva se hunde levemente en la cama. Siente ese pequeño vaivén en el colchón y adormilada observa incrédula su lenta huida; la ve dibujada entre las cuatro paredes con la precisión de la niebla... No entiende todavía.

Lo ve marcharse como el humo de los cigarros, lento e indeciso. Se va, pero no desaparece del todo. Se le ha quedado levitando sobre su cabeza, y sueña que es el calor que templa las sábanas y prende la piel; unas manos enredadas en sus cabellos, y el abrazo de sus muslos a una cintura. Le sueña en la concavidad de un cuerpo que es su morada después del sexo; en la complicidad de la risa, y en el aliento interrumpido por besos... A tientas, emprende su búsqueda.

Su brazo izquierdo intenta encontrarle en el vacío de la cama, lo extiende una y otra vez; el corazón también se le desplaza hacia ese hueco en blanco, que enmudece las sábanas... Y se repliega, cuando recuerda el leve movimiento que hace unos minutos le anunció su marcha.