Angus tiene diez
años, aunque por la barba negra parece mucho mayor. Sus padres le pusieron ese
nombre por su abuela Angustias, a la que dicen que se parece mucho. Ella
también era azul y barbuda.
Por lo demás es un
monstruo muy normal: vive debajo de la cama de una niña, le gusta escuchar
cuentos, odia cortarse las uñas y le encanta dar sustos a León, el gato de
Laura.
¡Ah si, Laura!. Ella
es quien le quita el sueño y le desvela.
Por su culpa lleva
tres semanas sin dormir de tirón. Sus gritos le despiertan a media noche y lo
peor de todo es que, desde que eso ocurre, no ha parado de engordar. Angus está
preocupado, porque ya le cuesta meterse debajo de la cama.
Esta noche parece
que va a ser buena, porque Laura se ha bebido la leche sin rechistar y se ha
quedado dormida antes de que su madre terminara el cuento.
Como todas las
noches, Angus empieza su ritual para irse a dormir: primero se hace un ovillo,
luego cierra los ojos y cuenta hasta treinta y seis, entonces respira hondo. Tan
hondo y profundo que empieza a roncar y de repente...
- ¡Mamá! ¡maaami,
tengo miedo!.
- Shhh, ¡a dormir
pequeñaja!- le dice Angus, con su vozarrón.
- ¡Mamá! ¡hay un
monstruo!...
A la mañana
siguiente Angus espera a que todos se marchen de casa para dejar su escondite.
Pero hoy le cuesta mucho salir, porque se le ha quedado atascado el culete
debajo del cochón. Cuando consigue desatascarse empieza sus tareas diarias:
desayuna bolas de plastilina, chupa las esquinas de los libros, cambia de sitio
a las muñecas y le habla a los peluches.
- A ver si tú puedes
explicarme ¿qué le asusta a esta niña?- le dice al oso rosa-. Porque yo no lo
entiendo... Brrr ¡y esta noche he vuelto a engordar!
Angus se sube en la
bicicleta de Laura y empieza a pedalear con todas sus fuerzas, haciendo pequeños círculos en la habitación. No pasan ni cinco minutos cuando está tan mareado
que ya no puede más...
- ¡Pero si estoy
igual! No he perdido ni un gramo...- dice, mirándose al espejo -. Ya no quepo
debajo de la cama. ¿Dónde dormiré esta noche?.
Después de echar un
vistazo a la habitación, se da cuenta de que el único sitio donde podrá
esconderse es dentro del armario. Pero Angus detesta los fondos de armario,
porque son aburridos y negros como la boca de un lobo.
- Tengo que hablar
con ella...-, dice. Pero recuerda que la última vez que habló con una niña le
dio tal susto, que gritó sin parar durante mucho tiempo y a punto estuvo de
reventar, de lo gordo que se puso -. ¿Cómo puedo hacerlo para no asustarla...?-.
Angus se rasca la barba y durante un buen rato pasea pensativo.
Andando por la
habitación, tropieza con un libro que hay tirado en el suelo y al verlo se le
ocurre una gran idea. En un cuaderno escribe paso a paso cuál es su plan para
hablar con Laura.
- ¡Es perfecto! no
puede fallar. Es la mejor idea que he tenido ¡soy genial!.
Por la noche, cuando
todos duermen está listo para poner su plan en marcha... Muy sigiloso entra en
la habitación de la abuela de Laura, coge su vestido de flores, las gafas, y
algo húmedo que encuentra en un vaso de agua. Al ver lo que es, se pone muy
contento.
- ¡Oh, qué bien!
¡una boca con dientes! Yo siempre quise tener dos bocas como mi primo Pávor.
Ya disfrazado, se
mira en el espejo de arriba a abajo y se encuentra estupendo. Con tan poca luz
podría parecer una señora, de no ser por la dentadura postiza que lleva
incrustada sobre el entrecejo...
Muy despacio vuelve
a la habitación de Laura; va chocándose contra las paredes, porque con las
gafas de la abuela se marea y ve borroso... Por fin consigue llegar y se sienta
en la cama, junto a la niña. Angus le acaricia la cabeza y le dice al oído:
- ¿De qué tienes
miedo, Laurita? Si yo no te voy a comer, que soy muy bueno. Puedo contarte
cuentos, regalarte muñequitos de plastilina, cogerte la mano para que
duermas... pero por favor, no grites más que...
- ¿Abuela?-,
pregunta Laura. - Qué rara estás...
- Si, es que... me
ha sentado mal la cena. No ¡no enciendas la luz!
La niña se queda
petrificada cuando ve a Angus y a punto está de gritar, cuando su gato roza el
cuerpo del monstruo y le hace estornudar. Entonces Laura ríe a carcajadas,
porque la dentadura postiza ha salido volando y León corre erizado.
Angus no se lo
piensa dos veces ¡esta es su oportunidad!. Empieza a hacer muecas a Laura, que
cada vez ríe más, hasta que se le saltan las lágrimas y aplaudiendo le pide que
haga una más, otra y otra más...
- La última, eh
Lauri, que tenemos que dormir. Mañana más.
- Otra vez... por
favor.
- Venga, una y ya
está-. Angus estira sus mofletes y mueve los ojos-. Hasta mañana pequeñaja-. El
monstruo la tapa y le da palmaditas en la espalda -. Dulces sueños...
La niña duerme plácidamente
y Angus suspira aliviado... Antes de meterse en el armario se mira en el espejo
y con asombro ve que ha menguado; ahora ya puede dormir en su sitio preferido,
debajo de la cama de Laura. Y está seguro de que será así por mucho, mucho
tiempo.
Autora: Ana Pascual Pérez.