Creyeron
que la guerra había acabado cuando la casa de los Buendía se llenó de
Aurelianos. Entonces supieron que el coronel había propagado la vida a diestro
y siniestro, en tiempos de muerte y penurias. Uno a uno fueron llegando, en
brazos de sus respectivas madres y la abuela Úrsula, para no perder la cuenta,
anotó sus nombres junto a un número ordinal, completando la lista con algún
rasgo característico de cada niño; lunares, manchas de nacimiento, color de
ojos… y también alguna que otra intuición suya sobre el carácter del niño.
Entre
todo aquel alboroto, nadie fue capaz de presagiar que los diecisiete niños
quedarían marcados como hijos del coronel y solo por esa marca maldita se les
reconocería. Tampoco sospecharon que la guerra no había terminado todavía; se
prolongaría unos años más. Una guerra sucia, librada entre las sombras,
recelosa y vengativa, que no pararía hasta acabar con el último vástago del
coronel Aureliano Buendía.
Autora: Ana Pascual.
Mira por dónde, al empezar a leer este relato me decía que me parecía estar leyendo Cien años de soledad, jeje.
ResponderEliminarUn texto genial.
Un abrazo.
Gracias, Josep. Lo escribí el día del aniversario de su nacimiento (me refiero a Gabriel García Márquez). Otro abrazo.
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