Hacía casi dos milenios que lo
habían crucificado y el padre pensó, que ya había transcurrido tiempo
suficiente para que su hijo hubiera superado aquella mala experiencia.
Como solía hacer en los actos
importantes, le invitó a sentarse a su derecha y poniendo la voz grave proclamó
que en breve su vástago iniciaría la primera reencarnación.
Un nudo en la garganta impidió al
joven manifestar su voluntad. El padre le tomó entre sus brazos y con su
habitual tono de voz, le dijo:
- No te aflijas, hijo mío. Esta vez será distinto..., ahora utilizan otros métodos.
Autora: Ana Pascual.
Jajajaja Brillante. Pobrecillo. Muy bueno, en serio, es contundente.
ResponderEliminarGracias, Ángela. Pobrecito, si, menudo porvenir, jajaja
EliminarMuy bueno, Ana. Ciertamente, ahora sería muy distinto, empezando porque lo acusarían de rebelión e incitación al odio. Lo que ya no sé es si la condena sería a solo treinta años o a prisión permanente revisable. Y en lugar de una corona de espinas y laceraciones por latigazos, quizá luciría un parche en un ojo por culpa de una pelota de goma rebelde.
ResponderEliminarUna transgresión histórico-literaria muy original.
Un abrazo.
Gracias, Josep. La verdad es que ahora podría ser más o menos como dices.
EliminarBuen micro. Desde luego, el ser humano tiene una imaginación prolija en idear formas de tortura. Saludos!
ResponderEliminarGracias por pasarte por aquí, David.
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