Me dijo que desde su casa podría contemplar toda la ciudad,
yo le advertí de mis vértigos, mi acrofobia… Me miró de tal forma que no dudé
en pulsar el botón 15 del ascensor.
Autora: Ana Pascual.
Aprendió a nadar en una cubeta; recién nacida su abuela materna la echó al agua y ella, tan chiquita como era, se deshizo del abrazo líquido y consiguió flotar. Su madre siempre recordaría que, cuando la sacó del agua tenía el aspecto de un gatito mojado. Amelia se sobresaltó cuando escuchó el berrido de su marido que, ajeno al alumbramiento escuchó desde el patio lo que él interpretó, como el maullido de un gato recién parido. Ofelia lloraba; aprendía a respirar.
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