Dicen de nosotros que somos uno de los mamíferos más inteligentes..., lo
dicen entre risas, mostrando sus dientes de peces predadores, mientras nadamos
sorteando aros de colores y chorros de agua a presión, totalmente
deshumanizados. No somos más que una excéntrica atracción en un mundo raro y
depravado. Así es, desde que la madre naturaleza inició su lenta y constante
revolución, provocando nuestra decadencia.
Recuerdo que todo empezó con aquella lluvia de peces voladores… en
pocos días el mar inundó nuestras ciudades, mientras los intrusos caídos del
cielo formaban un vasto ejército.
Ya no acierto a recordar con exactitud cuándo ocurrió, pudo ser un día
cualquiera en el que, la atrocidad que todos temíamos y ni siquiera nos
atrevíamos a decir en voz alta, sucedió. El horror que pervertía nuestros
pensamientos y protagonizaba nuestras peores pesadillas se hizo realidad,
cuando uno de ellos invirtió el orden de la cadena alimentaria.
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