Deja unos puntos suspensivos en
todas las frases que le dice sin mirarle a los ojos…, por vergüenza. Ella los sigue como si
fueran miguitas de pan, y completa con palabras propias los caminos que él ha
ido olvidando.
Aprendió a nadar en una cubeta; recién nacida su abuela materna la echó al agua y ella, tan chiquita como era, se deshizo del abrazo líquido y consiguió flotar. Su madre siempre recordaría que, cuando la sacó del agua tenía el aspecto de un gatito mojado. Amelia se sobresaltó cuando escuchó el berrido de su marido que, ajeno al alumbramiento escuchó desde el patio lo que él interpretó, como el maullido de un gato recién parido. Ofelia lloraba; aprendía a respirar.
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