viernes, 29 de diciembre de 2017

Rematado


El incómodo cadáver del mediador familiar se moría un poco más, cada jueves a las cinco y media de la tarde. No podía evitar descomponerse, cuando veía a Doña Irene guiando a su hijo al interior del despacho, alternando improperios y collejas.
Inmóvil en su sillón de piel cuarteada, trataba de aparentar entereza, pero en su interior se sentía exánime. De nuevo barajaba la opción que llevaba meses dilatando: acudir él mismo a un terapeuta. Sabía que no le quedaba mucho tiempo, pues la frustración ya desprendía un hedor insoportable.

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