De niña le gustaba observar la luna con los prismáticos de su padre. Con ellos podía identificar perfectamente su rostro, a larga distancia veía dibujados unos ojos, nariz y boca. Como era tan grande la devoción por mirar al astro, en su décimo cumpleaños sus padres le regalaron un telescopio. Por la noche, se acercó con gran expectación al ojo de cristal, y fue terrible lo que vio. Con lágrimas en los ojos, les dijo: “solo se ven agujeros”.
Collage de la artista gráfica Tanja Jeremić |
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